miércoles, 16 de agosto de 2017

Estrellas de Aruh

En tiempos de Al-Andalus la fortaleza que hoy ocupa el pueblo de Castellar de la Frontera era llamada Aruh, con la denominación Iqlim, palabra con la que se reconocían a las unidades territoriales pertenecientes a un castillo, consolidándose como uno de los puntos estratégicos de la Cora de Al-Yazirat perteneciente al califato de Córdoba.

Fueron tiempos de esplendor cultural bajo el influjo del legado andalusí y las profundas raíces que dejaron tanto los pueblos iberos y turdetanos, romanos, almorávides y almohades a lo largo de los años donde la presencia de muladíes nunca desapareció. Los muladíes eran pobladores que aunque no eran musulmanes, ya fueran iberos, hebreos o hispanovisigodos, convivían y aceptaban las costumbres musulmanas.

Esto dota a la villa de lo que siempre ha sido, un emplazamiento donde diferentes culturas han convivido, y es que la tierra no es de quien la posee, sino de quien la sueña y el tiempo no es otra cosa sino el juez que va poniendo a cada cual en su lugar.

El próximo sábado Aruh volverá a brillar con la luz de su glorioso pasado andalusí, y para ello se van a encender 5.000 velas para iluminar las calles de la villa, si el viento nos perdona el atrevimiento, y en sus calles se oirán ecos de otros tiempos.

Para mayor gloria del evento la música viene del grupo Serena Strings con su cantante, y buena amiga mía, Liona Hotta, israelí de origen y algecireña de adopción, cuya voz nos deleitará con música Sefardí tan exquisita como necesaria para entender que el pueblo que no canta sus males no espanta, con una compilación de música y letras de textos tanto populares como espirituales que la comunidad hebrea difundió durante sus años de diáspora mezclándolos con canciones populares pero que siguen encerrando en su interior un gran significado cabalístico.

Os espero, si tenéis la más mínima posibilidad, en Hisn-Lawra del Iqlim de Aruh, de la Cora de Al-Yazirat para viajar al pasado a la luz de las estrellas, a la sombra de nuestros miedos, al susurro del canto sefardí, al latido de más de dos mil años de historia.


lunes, 7 de agosto de 2017

Cara a cara con el Minotauro

Esta semana he disfrutado de una noche de mitología clásica en un marco incomparable. Con ruido de mar de fondo, en un teatro que batalla contra el tiempo desde el siglo II a.c., además se trataba de uno de mis temas griegos favoritos, “El laberinto del Minotauro”, que contiene todo lo necesario para ser una obra tanto épica, con viaje iniciático, héroe legendario, dudoso futuro… así como sirve de viaje interior, filosófico y autorreflexivo, entrar al laberinto, enfrentarte a tus propios miedos, encontrarse cara a cara con la bestia....

Si me remito a mi iconografía particular el Minotauro siempre fue mi animal simbólico, la bestia encerrada en el laberinto, pero no como la pinta la mitología, más bien como lo hace Borges, o mejor aún como lo hace Cortázar, ilustres escritores también de mi historia personal que trataron con maestría el mismo tema acomodándolos a sus personales métricas.

Por eso llevo todas las noches de esta semana, pasando ya de las tres, vagando tras mis palabras y mis trazos, viendo aún al Minotauro persiguiendo sombras en el laberinto y escribiendo versos en cada esquina, como la figura del buscador enfermizo, del poeta encerrado en su cárcel de papel. Tras de él la figura de Teseo, el héroe, el castrado que todo lo toma a fuerza de espada y sacrificio y que a la postre, le pese a quien le pese, resulta vencedor, y un tercero, el invisible, el creador, el que olvidó todo el mundo, Dédalo, el genio inventor, el que fue víctima de su propia genialidad, y por su genialidad perdió a su hijo. Y Ariadna, la seductora, la salvadora, la que vende a su hermano por su libertad, y Pasifae y Minos, Caronte, las moiras,…


La mitología está llena de referentes, personajes duros, trabajados por las columnas del tiempo, que guardan en sus historias verdades veladas. Y vuelvo a sentirme una vez más Minotauro, el que yo me imagino, y vuelvo a ver su sombra detrás de cada esquina del laberinto que ando hacia adelante y hacia atrás, esperando de nuevo, una y otra vez, la espada de Teseo que lo mate por fin, o lo devuelva a la vida.