sábado, 13 de diciembre de 2014

Si una noche de invierno un viajero...


Hay manos que solo buscan trabajar para encontrar beneficios, pero hay otras, las menos, que guardan tesoros. Si encuentras un par de manos como estas en una tarde de lluvia olvida todo lo que tienes que hacer y deja que ellas te conduzcan por un largo camino de historias.

Puedes sentirte sólo o perdido en mitad de un cruce de caminos. Puede que pienses que en lo que te pasa nadie puede comprender lo que tratas de decir a los cuatro vientos. Puede incluso que te sientas remando contra la corriente de tus propios deseos, agotado, sin fuerzas, sin ganas de levantarte. Quizás te sientas fuera de lugar y lejos del epicentro de tu propia vida, de lo que los demás ven como tu propia vida. Puedes. Y sabes que tienes que... tienes que seguir adelante el camino recto, tienes que estar siempre ahí para quién lo necesite y no vale estar a medias o por horas, porque "tienes que"...
Y puede que un día digas o hayas dicho hasta aquí llegué... y te desinfles viendo una montaña de yolohago, de estopamañana y esocuandoestará... y en el ojo del huracán que lo vuelve todo rojo me sorprendo flotando dulcemente en un mar de calma, paseando sin rumbo dejando que un pequeño duende elija mis pasos hasta ir poco a poco encallando en el arrecife de mi pasado y empezar a disfrutar de un rostro amigo que te sonríe, unas manos queridas que te abrazan, una tarde de lluvia al calor de la estufa y ochenta y una velas por apagar.

Hoy aprendí una lección vital de filosofía. Cada uno tiene su tiempo y le llega a su tiempo. Mientras tanto, trata de comprender mejor a los demás, pero no en la tele ni en los bares ni en las ausencias, sino de soledad a soledad, para acabar comprendiendo mejor tus propios problemas.


jueves, 16 de octubre de 2014

Ese jardín llamado Devenir...

Somos fuego, el principio de todo, el movimiento perpetuo. Agitamos las llamas de rabia si nos avivan, somos capaces de calmar corazones con palabras tibias, de señalar el camino como fuegos fatuos y de fluir vivificadoramente hacia nuestra propia extinción. El Devenir es el reloj de oro que decide cuándo vamos a dejar de echar la leña al fuego que nos enciende y la única razón por la que debemos seguir ardiendo es para convertir esa transpiración en nuestra propia posteridad.

Sangri-La nos espera nostálgicamente escondida detrás del humo que levantamos con nuestras llamaradas. Hay que rasgarse las pieles y buscarse con atención hacia adentro como al que se le ha caído una moneda al suelo. Una vez atravesado el espejo de nuestras propias inseguridades, todo lo demás no es más que un simulacro eterno de senderos que no paran de bifurcarse. Hay que construir entonces esa utopía a base de pespuntes de recuerdo, de perspectivas de futuro y de asambleas continuas con tu ética y tu moral, un vasito de humildad cada ocho horas y una voluntad a prueba de miedos.

Ser utópico no te exime del sufrimiento, de hecho te prepara para él de una forma parecida al budismo, te hace sufrir hasta que la maqueta de tu ciudad ideal está levantada. A partir de ese momento la lucha por levantar los cimientos de tu verdadera Atlántida no va a dejar que veas nada más que trabajo, trabajo y más trabajo y al final del túnel que tú mismo has ideado verás la luz de tus ideas y saldrás al fin de la caverna que alguna vez menciono Platón.

Existen tantas Utopías como utópicos hay, y no podemos elogiar una mejor que la otra ya sea un castillo de papel en la cima de una montaña escarpada, una atlántida de chocolate en un vaso de leche cada mañana o una playa virgen a dos pasos de la civilización. Te corresponde a ti también ser el justo gobernador de tu utopía, no vale pensar que tus cercanos van a levantarla, gobernarla y ponerle nombre. No way. Es condenarse a la eterna ausencia de la completitud.

Los infelices duermen en el pozo ciego de sus propios miedos. Los utópicos construyen islas en un mar de posibilidades.


sábado, 5 de julio de 2014

Instrucciones detalladas de como deshacerse de su propia sombra


La libertad no se regala, la libertad se gana. Por ello puede ser más angustioso que gratificante conceder la libertad que condenarse a no tenerla. Y como siempre digo, la angustia es muy enemiga de palabras sordas y oídos necios con lo cual voy a relatar la terrible historia de un hombrecillo que un buen día decidió deshacerse de su propia sombra.

Una sombra, en superflua esencia, es una mancha que te persigue por el suelo, una mochila que se cuelga de ti pero en la que no puedes guardar nada, un gemelo deslucido, un imitador con una oscura personalidad, un sucesor dormido o una mascota indeleble.

¿Por qué razón iba usted a tener intención de deshacerse de su sombra? por estética, por capricho, por tutatis o por salud… Cualquiera de los motivos viables no es justificación para extirparte un apéndice que, mire usted por dónde, cuelga alegremente de ti desde antes de que fueras consciente de ella y que a partir de ahí siempre ha estado alegremente agitándose al capricho de tus actos.

Pero un buen día el destino le dice que tiene que deshacerse de ella como sea a costa de su propio beneficio. En primer lugar y más asustado que decidido, porque no hay mucha gente a la que un buen día se le aparezca el mismo destino a decirles estas chorradas, decide coger unas tijeras bien afiladas con firme determinación. Tras sentir la desagradable tensión de sus músculos las suelta, suspira aliviado y pone un poco de música, no recuerdo ahora si puso Zigeunerweisen o Paranoid. Después de escuchar un par de veces la canción se acercó a las tijeras y volvió a aferrarlas con más determinación aún. Con la otra mano cogió la sombra delicadamente para no despertarla, como si fuera un paño de seda,  y observó detenidamente que en alguna parte donde la sombra linda con su carne hay una línea de puntos que pide a gritos ser cortada. Es una línea muy delgada, casi invisible,  porque si estuviera más a la vista cualquiera podría ir por ahí cortándose la sombra y no es la idea.

Cuando empezó a cortar sintió una ligera presión, como cuando se corta uno las uñas o se rasura los pelos con una cuchilla mala, y un lastimero lamento salió como del fondo de un profundo pozo, ya que al fin y al cabo la sombra también es un apéndice de uno mismo y como tal llora con la pérdida de su humano favorito.
Una vez resuelto el problema de extirpar su propia sombra llegó un problema mayor. Una sombra no se puede tirar al cubo de la basura como si tal cosa, en principio porque no sabemos si es envase u orgánica y definitivamente porque es humana. El caso es que comenzó a pensar meticulosamente en la persona que se haría cargo de su sombra de aquí en adelante porque en el fondo se estaría haciendo cargo de una parte importante de él. Y no eligió a nadie.

Puede surgir impetuosamente la idea de que lo mejor que puede hacer alguien por su sombra es dejarla en libertad. En libertad de que le muerdan los insectos, le azoten los elementos, le persigan los perros y que por las noches no lo deje descansar la oriunda idea de que alguna vez tuvo un hogar donde dormía encima de una sillita roja junto a la ventana.


El hecho de quererse uno mismo implica pensar que su sombra es una parte tan importante de uno mismo como la mano siniestra, el lóbulo de sus orejas o el mismísimo trasero.

viernes, 30 de mayo de 2014

Donde anidan las ideas

Palabras más, palabras menos. Palabras que llegan antes siquiera de pensarlas, palabras que se cruzan con palabras y acaban peleando en un charco de barro. Palabras que huyen, palabras que murieron en el mismo instante de nacer. Palabras brillantes envueltas en papel de plata, palabras anquilosadas en el fondo de la garganta. Palabras que empujan dulcemente a los pensamientos, palabras que más que palabras parecen órganos con vida propia. Palabras que dicen cosas que no son y otras que se ganan el sueldo a base de no decir las cosas bien. Palabras misteriosas, revueltas, enigmas sin licencia de apertura. Aunque la vida es más que palabras, una mirada a través del objetivo, una sonrisa al despertar, un hombro en el que apoyarse cuando se tambalean los sentimientos, una mano férrea que te agarra cuando saltas al vacío sin paracaídas, un suave ronroneo mientras lees en el sofá, un murmullo de violín al fondo del pasillo, una silueta de cariño debajo de la sábana. Y sobre todo, que sería de este pequeño rinconcito virtual de mi mente sin las imágenes que siempre le acompañan. Eso son cosas, y quizás las más importantes de la vida, que no se sienten a través de las palabras pero... desconocemos hasta donde llegaríamos sin ellas.

jueves, 8 de mayo de 2014

Se vende bosque encantado...

Ante este titular de prensa me quede anonadado, sobre todo cuando descubrí que con bosque encantado se referían a mi tierra, la Almoraima. 14.000 Hectáreas pertenecientes al Parque Natural de los Alcornocales, uno de los más grandes de España. La noticia en cuestión habla de que el gobierno, viendo las pérdidas que les ha venido dando en estos últimos años, desde que fuera expropiada a Rumasa, ha decidido vender a un gran postor. Y con ello ha empezado la guerra de alegatos a favor o en contra de esta medida. Parece que hay grandes fortunas detrás de la bicoca con interés de construir un gran hotel con aeródromos, zona de caza, etc.

Ahora, después de haberla tenido olvidada durante años, pretenden que sea la gallina de los huevos de oro y que el dinero les caiga en los bolsillos a manos llenas. Me congratula saber que la alcaldía de mi pueblo, Castellar de la frontera, se opone al trámite, y siendo el ayuntamiento el responsable de declarar si habrá cambio de uso en los terrenos para poder edificar como zona de ocio, lo que supondría un cambio de valor importante en la facturación por los terrenos. La alcaldía propone una serie de mejoras consistentes en un jardín botánico, un acondicionamiento de caseríos dispersos y olvidados por la zona para convertirlos en turismo rural, una empresa de biomasa y una industria de transformación del corcho, material del que viven muchas familias de la zona y que una vez recogido se tiene que enviar al extranjero para reconvertirlo.

Tengo que reconocer que el principal paisaje onírico de mi infancia es la visión del “desierto de la Almoraima”, llamado así en el Medievo por su frondosa arboleda y sus zonas pantanosas que hacían difícil el trayecto entre el Castillo de Castellar, importante muro fronterizo del reino de Granada, y el Estrecho de Gibraltar. El castillo es un balcón desde el que se puede ver, en días despejados, las dos columnas de Hércules, el fin del mundo conocido, el non plus ultra, que son el Peñón de Gibraltar y el Jebel Musa, o La Mujer Muerta. Justo donde Platón situó la puerta que abría el camino a la mítica isla de la Atlántida y su adelantada civilización que fue convertida en pasto de los peces en solo un día y una noche terribles a causa de un violento terremoto y un diluvio intenso provocado por castigo de los dioses. Como veis, mi tierra está llena de viejas leyendas que llenan de misterio y de magia a la zona y me convirtieron a mí en un juglar de papel y lápiz.

No podría estar más de acuerdo en que los cambios pueden traer nuevas esperanzas, pero si se hacen las cosas de una forma coherente y benévola. Ahora que estoy en el sur, me he sumergido un par de veces en las entrañas del bosque para preguntarle a su espíritu, a los druidas y a las hojas qué piensan sobre el tema.

“No se puede vender así como así un bosque encantado, la magia pertenece al que la siente, nunca al que la compra”: dicen al unísono.


domingo, 20 de abril de 2014

Donde nacen las letras


Hoy las calles de Macondo se han quedado desiertas y el coronel ahora sí que no tiene quien le escriba. Yo no vine aquí a dar un discurso pero la realidad es que está siendo un año duro para la cultura. Hace unas semanas se fue la música… ayer se fue otro mago…el de las letras. El colombiano nos va a dejar tras su marcha cien años de auténtica soledad en los que habrá que releer sus palabras en señal de duelo.

Sin duda puedo decir, sin vergüenza alguna, que fue uno de los pocos escritores que tras leerlos pensé que aún debía madurar para preciar todo lo que quería decirme. Un escritor que escribió ficción sin mucha ciencia, que hablaba muy alto sin dar una sola voz y que era un genio sin la terrible necesidad de la soberbia.

Nos hizo vivir del amor incluso en tiempos del cólera, a través de la memoria de sus putas tristes y cuando ya no podía vivir para contarla decidió marcharse como la hojarasca y darnos la última crónica de una muerte anunciada.

Y aquí estoy yo, en el otoño del patriarca, lanzando una botella al mar para el dios de las palabras, donde darle las gracias al bueno de Gabo por dejarnos un legado tan amplio y tan rico, tan espejo del sentimiento humano que ni una sola de sus novelas puede pasar por un frívolo ejercicio de gramática. Así que solo queda esperar a ver si en agosto nos vemos para leer tu obra póstuma o si volveremos a Macondo.

Recordar es fácil para el que tiene memoria, pero olvidar es difícil para el que tiene corazón.

sábado, 22 de marzo de 2014

El juego de las horas


Siento que a veces todos los relojes se ponen en hora y cantan al unísono una turbia cantinela repetitiva como si anunciaran que alguien viene, y las sombras se materializan en figuras que giran alrededor de mí y me dicen cosas con voces que no entiendo porque provienen de ecos de otro tiempo. Ese es sin duda el ritual de juego de las horas.

Por más que pasan los años no encuentro una mejor forma de ganar tiempo y resolver problemas que a través del juego. El juego permite tomarte las cosas tan en serio como una guerra para al final quitarle la importancia que se merece. Cuando somos/fuimos/seremos niños nos dejamos llevar por el juego, nos apegamos a los retos, nos salen alas en los tobillos y nos metemos en el ojo del huracán. Sin embargo, a medida que crecemos los hombres grises cargan relojes a nuestras espaldas, los retos se convierten en dictaduras de papeles verdes y cada despertar es un lento arrastrarse inerme ante la vida explotando a nuestro alrededor.

Pero el tiempo no cesa, se esconde en las esquinas mirándonos con cara de pícaro y corretea entre los pies haciendo cosquillas en la punta de los dedos, hay que andar descalzos para percibirlo. Algunos se empecinan en seguir la vida como una autopista gris que hay que recorrer en silencio, con dignidad y orgullo. A rey puesto, niño muerto. Otros vamos alegremente correteando por el arcén pintándolo con tizas, persiguiendo gatos por los callejones y parándonos a oler cada flor del campo. No digo que no haya que seguir adelante, pero mientras más tiempo tenemos puesta la vista en el gris infinito de la autopista menos figuras vamos a encontrar en la forma de las nubes.

Madurar es muy duro, es tan duro que cada día me siento desmadurar un poco más y dibujo más, y me quejo menos, y sonrío más y critico menos. Y me complazco en gastar horas muertas en la persecución de duendecillos de papel, en buscar con interés infantil lecturas arcanas y en derramar como si fuera agua, mis pensamientos sobre el papel. Y las horas pasan a nuestro lado y se van llevando primero la inocencia, luego los recuerdos, luego el pelo. Le hago un garabato para que se lo lleve pero me dice que no, que me quiere a mí y que todo lo que sea capaz de hacer se puede quedar para que los demás te recuerden. Y se marchó llevándose el recuerdo de haber hecho aquel garabato. Y desde entonces dibujo, desde entonces escribo, desde entonces me estoy yendo poco a poco, desahuciado por el juego de las horas.


sábado, 15 de marzo de 2014

El sueño de la razón...


Y no lo decía Goya porque sí, lo decía porque lo veía. Porque veía como el pueblo festejaba con vino la alegría de la vida en la eterna pradera de san Isidro. Porque veía al pueblo dormirse en los laureles y no sentir como sus monstruos iban haciendo su nido en las cumbres inaccesibles de sus leyes. Y desde sus leyes convertir el mundo en una escaramuza perpetua, una constante día tras días del acto de renunciar al libre albedrío, de renunciar a noches en los brazos de Terpsícore, de Euterpe o Calíope y aprender a llorar por una limosna.

El sueño de la razón también produce monstruos propios, a las sombras me remito, surgidos del desaliento, del andar sobre el abismo con un alambre que no nos pertenece y un calzado que nos aprieta. De salir de la zona de confort por el lado del barranco y no saber volver. De comer con desgana, dormir sin sueño y hablar sin tener nada que decir.

También lo dibujo Goya y no lo dijo, que su aguafuerte entendía tres niveles de complejidad: social, personal y utópico. Los monstruos que se producen con la razón dormida son proyecciones de deseos que se buscan y que te llevan más allá del abismo a cazar mariposas en un pantano o viajar al sol en un bemol sostenido, o ver las sombras que te rodean y pintarles una sonrisa con tiza.

Así es el sueño y esa es su razón, las sombras son sólo proyecciones de nosotros mismos y de nuestro contexto, opresivo o no. Pero si no me das un lápiz, si no me dejas bailar bajo la luna, si no me dejas convertirme en mi propia cajita de música, entonces, querido gobierno, estás creando monstruos de carne y hueso que te hablaran en un inglés que tú no entenderás, te ajustarán las cuentas de esas que tú no llevas al día y te escribirán discursos mucho más profundos que tu cantinela constante.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Entre dos aguas

Hoy nos deja un Grande, un genio, un mago de la guitarra, además de referente universal del flamenco. No solo por grande sino por compatriota, porque nació en la misma ciudad que yo, en la punta de Europa, con vistas a Gibraltar hacia un lado y África al otro. Nos deja sin duda una buena discografía y personalmente me quedo con canciones que me han aportado muchísimo en mi vida y, sobre todo, que me han hecho sentirme transportado a un trocito de mi tierra. Algunas de las que podría aconsejar son Entre dos aguas, Guajiras de Lucía, Río de la miel, Albaicín o Almoraima (hoy me pasé el día escuchando estas y otras muchas piezas).
Paco de Lucía sin duda fue un motor incombustible, con la impronta genuina del genio que es hacer grande a todo el mundo a su alrededor. No era de extrañar que terminara aliándose con Camarón (aunque su estela vital fuera más alargada que la del isleño) y regalando a todos los aficionados al flamenco uno de sus mejores momentos de vida. Pero Paco siguió y finalmente, aunque temprano, podría decirse que ya había conseguido casi todo lo que se había propuesto, que fue deslumbrar, convertirse en un músico de frontera, ser reconocido mundialmente y ser considerado un maestro en su arte.
Sin duda se me queda clavada la espinita, quizás el rosal entero, de no haberlo visto desde hace ya mucho tiempo subido a un escenario. Haberle dedicado un garabato de admiración, de consideración a su arte y de compartir un par de palabras con el mismo acento.
Como decía el bueno de Julio Cortázar tras enterarse de la muerte de Jean Cocteau, “…un pedazo de mí también caía muerto sobre los manteles, entre frases convencionales”. Y es que al final la cultura y el respeto por los que hacen de ella un rinconcito mejor forman una parte indispensable de lo que somos. En esencia estamos formados por un collage de libros que leemos, de cuadros que observamos, películas que vemos y música que escuchamos. Y cuando una de esas cuerdas caen, la marioneta que somos deja arrastrando una parte de esa conciencia.

Descanse en paz, Maestro, dedíquenos desde lo alto una de sus guajiras para que levantemos la cabeza a las nubes y sepamos que la sombra de tu arte es alargada.

viernes, 21 de febrero de 2014

Rozando el lado oscuro


Hace tiempo que no me asomaba al balcón de mis reflexiones. Quizás no tenía pensamientos propios en los que refugiarme o es que mi producción de pájaros de barro ha sido, en estos meses, más bien escasita. No obstante sí que hubo movimiento interno, una orquesta de sonidos que se ha mudado a mis pulmones, una vía de acceso inhabilitada y un botiquín lleno de subterfugios para paliar la falta de excesos. El dragón duerme rodeado de nubecillas de clorofila y el pecho lucha por no salirse de su órbita. Sí, han sido muchas noches de limón y miel penando por desfiladeros de paños calientes, muchos día a día encerrado entre cuatro paredes sin pánico y con la desidia del que no sabría a donde ir si pudiera.
De tan poco abastecerme de residuos sociales he llegado a pensar que todo cuanto acontece fuera no es más que un reflejo retroalimentado  de una mente cibernética y adicta a hacer chapuzas mentales, o una transmigración de raíces tentaculares que poco o nada tienen que ver con los tejidos neuronales salvo en la endiablada capacidad de transmitir sensaciones, noticiarios de las tres u otras lindezas a la velocidad del vértigo. No sé si alguna vez os habéis sentido en este estado de flotación en que el mundo transcurre frente a vos como una lámpara encendida y cuando conectáis el modem de 56 kbps todo se vuelve lento y pesado hasta la náusea y necesitáis escapar a vuestro habitáculo a riesgo de empezar a proferir improperios ante una realidad tan zafia y cargada de inmundicias morales.
Por no hablar de la asfixiante atmósfera de caos y corrupción mental a la que nos someten, no lo olvidemos, nuestros semejantes (supongo que ese ha sido el principal motivo de mi necesidad de ponerme la máscara). Porque a fin de cuentas no son ni más que nosotros ni por supuesto mejores y sin embargo se las ingenian para sobreponerse como élite, más cercana al Eccemono que a la Gioconda si les sirve de consuelo.
Una sociedad debe aspirar a ser digna de elogio y para ello el poder no serviría ante ojos de nadie si le diéramos la vuelta al pensamiento de que tanto tienes tanto vales  y lo convertimos en la realidad más objetiva, tanto sabes hacer, tanto mejor eres. No pararé de demostrar que ese es el auténtico camino hacia la sabiduría, el conocimiento vedado y la consecución de la paz personal. Cuando consigas eso podrás desearle la paz a tu hermano y enseñarle a conseguirla para así hacer una red social real y sin caralibros. El ya lo haré luego, eso no sirve para nada, quien se creerá ese que es o el vuelva usted mañana son vestigios de una escatología moral imperante y una moderna falta de juicio y autocrítica.
Ante tal alienación de los sentidos ando preparando en mi invernadero de ideas una nueva piel sintética y aislante de gente tóxica, una serie de mecanismos con ruedas dentadas capaces de hacer supurar la bilis, amén de una nueva cara de acero galvanizado para poner una y cien veces la misma mejilla rompe manos a todo el que se atenga, mi guantelete de seda para poder generar cultura a manos llenas y pies de plomo para andar anclado a la tierra que nos vio nacer.


“La voluntad y el deseo de mejorar son los mejores materiales con los que se fabrican los cimientos de los sueños”

sábado, 25 de enero de 2014

Somos lo que elegimos ser

El sueño viene cada noche para acariciarnos con su dulce velo de descanso. Sin él no seríamos más que trozos grises de existencia, masas informes sin impulso vivo. El hombre de arena es el guardián de ese sueño, el piloto automático de la nave en las horas del ocaso y, ya de paso, el proyeccionista de tus aventuras al otro lado del espejo. No obstante, el nunca viene sólo y no siempre su compañía nos gusta. Su hermana mayor, Muerte, es su favorita, la que susurra desde las sombras que cada vez te queda menos para cruzar el Aqueronte. Su otro apoyo quizás sea Delirio, la que distorsiona tus pensamientos con su particular visión del mundo, mientras saca de paseo a sus peces payaso.

Existen otros hermanos, existen otros mundos. Existe Destino, que vive ciegamente encadenado al libro de los designios mientras deambula eternamente por el jardín de los senderos que se bifurcan. Existen las mellizas Deseo y Desesperación que moran en lo más oscuro de los pensamientos de los que han dejado de vivir y existe Destrucción que dejó su reino al caos y al azar para dedicar su vida a su contrario, a crear.

Estos son los Eternos, los dioses de los reinos más dispares de las sensaciones humanas. Los que gobiernan tu mente cuando estas dormido o despierto. ¿En quién vas a pensar? Vas a abrir un libro y pensar en Destino, o vas a temer a Muerte en los ojos de cada sombra que se te acerca, o bien vas a dejarte mecer por Deseo hasta que te lleve a la Desesperación. O puedes Destruir lo que te pasaste años levantando. Al final de todo ello, con suerte, te quedarás en los territorios del Delirio balbuceando como un loco sin sentir mucho más y, con más suerte aún, quizás Oniros te lleve una noche más a su reino y en él te enseñe un camino vedado, una llave hacia un objetivo que cumplir, así que cuando estés en el palacio de los sueños aprovecha para ser de verdad lo que elijas ser…