jueves, 26 de julio de 2012

picando la curiosidad

Es probable que alguna vez te hayas preguntado que tipo de contrato encarcela al disegnadortipo a esta página y si en su convenio se contempla algún tipo de vacaciones o por el contrario es factible la venta de su alma por el resto de la eternidad. El caso es que de una u otra forma ha tenido la capacidad de disfrutar de unos días de destierro hierático y del mar en trampantojo, surcando rayos solares en el lomo. El disegnadortipo no concibe el ocio como un dejar de hacer cosas y ha encontrado a su más excelso enemigo en la figura del "mosquito del palmar", un chupasangres sin escrúpulos más despendolado que una barca sin remos. Nadie se habría de percatar de la vida del mosquito del palmar si el disegnadortipo, en su ansia de búsqueda del conocimiento y despecho hacia las horas ociosas de las vacaciones no se hubiera pasado loa días avisando al personal de las idas, venidas y acometidas del archimaestre chupóptero de marras. Algunos afortunados esperriados por toda la geografía gaditana han tenido la suerte de conocer algunos de los trucos y estratagemas del animalillo. Próximamente, en una nueva entrega de las ansiosas vueltas de vacaciones del disegnadortipo tendremos nuevas aventuras, conflagraciones, tonificaciones, neumas, gnosis y hasta algún que otro esputo que ofrecerle. Por ahora, y sin ánimo de abominarles las vacaciones disfruten del retrato robot del maraviglioso mosquito del palmar.

lunes, 16 de julio de 2012

El problema del mal

¿Qué es de esas obras nacidas del ingenio de un loco, qué es de esos personajes desgarradores que parecen sacados de la nada por lo humano y lo divinos a la vez, desde cuándo los cimientos de la cultura fueron terriblemente atenazados por la cultura del tetra brick, el copia y pega y la fast food?

Desde hace ya algunos lustros venimos sufriendo la escasez de lo nuevo y vemos que lo nuevo se sustenta bajo balaustradas de dinero que, por un alto índice de audiencia, no se trata mas que de una vuelta de tuerca a las carcomidas ideas de sucedáneos light de espectáculos de broadway y remakes de clásicos con una mano de chapa y pintura sin entrar en la conciencia de las nuevos conflictos, de los nuevos cambios y las nuevas inquietudes.

Si bien es cierto que aún existen buenos creadores, no se está valorando en su justa medida el esfuerzo en nuevas creaciones si no transmiten al instante un merecido goce en el bolsillo de un productor cualquiera. Eso convierte los esfuerzos creativos en ejercicios de papiroflexia discursiva, de equilibrios imposibles con billetes de tres cifras y, en contra de lo que pudiera parecer, un desequilibrio en la balanza de las artes que siempre fueron pioneras y destacadas embajadoras de nuestro país.

¿Cuál es el contrapunto de este desequilibrio? El deporte y la política. Esta década, si nadie logra evitarlo, se va a convertir para nuestro país en la década de los grandes logros deportivos, que nadie se atreva a decir que el deporte es un arte, y de los grandes desmanes políticos. El último desfalco a la cultura viene de la mano de otro de los grandes errores gubernamentales que, continuando la mala labor de lo anterior, juega contra una compleja maquinaria educativa y artística que, no en la última década, en los últimos siglos han convertido de este país en un lugar referente en la cultura y la admiración internacional.

Por más pintura, letras, música y obras teatrales que tengamos, si no hay unos nuevos referentes se convierten en agua estancada y delimitan el coeficiente intelectual de una nación. Parafraseando a Zenón diré que Dios nos otorgó dos orejas, dos ojos y una boca, probablemente para que escuchásemos y observásemos más a nuestros semejantes y habláramos menos. Esto indica hay voces que predican en el desierto con versos de oro y tocapelotas que aseguran sus piernas por millones de dólares, que sale mejor que invertir en moneda nacional.

Por primera vez, y por culpa de unos cuantos, a la cultura le tocará calentar banquillo.

jueves, 5 de julio de 2012

Ladrones de tiempo


Estén atentos esta noche, damas y caballeros, porque voy a desvelarles uno de los más grandes secretos arrastrados a las tinieblas a lo largo de los años. La existencia de los ladrones de tiempo, los devoradores de segundos y/o guardagujas.

Este grupo de adoradores de Kronos han perdurado de generación en generación buscando en todo momento buscar su lugar en el mundo conforme a las premisas que les marca el tiempo como elemento lineal, buscando dotarlo de otros elementos más flexibles y mitológicos en pos de una ruptura en la linearealidad de la vida humana.

Grandes pensadores de esta enigmática secta han sido Leonardo Da Vinci, Lewis Carroll, Salvador Dalí, Stanislav Lem, Jean Eugène Robert Houdin, Julio Cortázar o Andrei Tarkovski entre otros. Todos ellos, sin excepción, han pasado gran parte de su vida adulta buscando, a través del arte, el camino hacia nuevos puentes espaciotemporales. Estos guerreros del lienzo y el papel dejaron a su paso mucha ficción pero pocas pruebas reales y prácticas de cómo conseguir manipular el tiempo a tu alrededor y dominar el espacio a placer.

La única prueba fehaciente de que realmente estos acólitos de Kronos consiguieron ahondar con sus minuteros en las oscuras grietas del tiempo es que fueron, cada uno a su manera, capaces de acumular una sabiduría más allá de lo humanamente normal para dejar un registro de obras de exquisita magnitud.

Ha quedado de ellos un surtido de anotaciones, inventos, bocetos, textos que daban a entender esa búsqueda, esa relación intertemporal con un secreto velado, por otro lado discreta y solitaria. Algunos de esos guiños sublimes podemos vislumbrarlos en “esculpir en el tiempo” del director ruso Tarkovski, “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj” del escritor argentino o el testimonio gráfico de los relojes blandos de Dalí.

En la actualidad, o más oportuno decir “en los tiempos que corren”, parece que estos sectarios han decidido dedicarse, en la oscuridad de su estudio, a buscar maneras de romper esa vorágine  furiosa a la que nos arrastra, cada vez con más intensidad y con ciclos más cortos, la sociedad. Y aparecerán como abanderados de una revolución cuando consigan armas tales, si la cosa se les da bien, como la maquina de teletransporte, el condensador de tiempo o la máquina de la espontánea ubicuidad.

Están avisados...